lunes, 19 de septiembre de 2011

Marta Domínguez o Alberto Contador, claros ejemplos del anti-doping como el negocio del Siglo XXI

En un mundo de mercadeo y donde todo se compra y se vende, donde todo tiene un precio porque siempre hay alguien dispuesto a ofrecer y otro a demandar, conceptos abstractos y subjetivos como la felicidad, la belleza o incluso el cariño, se han manipulado hasta convertirse en la base del negocio de grandes empresas que monopolizan y nos dicen lo que nos hace felices, guapos e incluso a qué o quiénes debemos profesar cariño y simpatía.

Creo que hasta aquí no he dicho nada nuevo. A mi me parece que es criticable y reprochable porque afecta directamente a la moral y a la ética. Aunque no deja de ser un negocio que la mayoría de nosotros ya asumimos. Al fin y al cabo es la sociedad del consumo y gracias a lo cual muchos de nosotros tenemos trabajo. Sin embargo, me da la sensación que este concepto se ha llevado a un punto muy peligroso en casos como el de Marta Domínguez o Alberto Contador. Para mi son casos claros del uso torticero de algunas leyes y que seguramente le haya supuesto cuantiosos beneficios económicos a muchos, como laboratorios, abogados, instituciones de intermediación, agencias de medios de comunicación, gestores de imagen y de relaciones públicas, etc. Y al final todo este ir y venir, al final de todos los chorros de tinta vertidos, al final de todas las demandas y apelaciones impuestas por unos y por otros, al final todo se quede tal y como estaba, salvo la credibilidad de 2 profesionales que sólo los que hemos estado al otro lado de la historia sabemos el esfuerzo que conlleva conseguir lo que ellos han conseguido. Y no solo me refiero al esfuerzo físico, sino también a la gran cantidad de cosas a las que hay que renunciar por un objetivo incierto y efímero. Y mientras unos ven cómo se cuestionan tantas y tantas horas de dedicación, de esfuerzo y de sacrificio, la credibilidad de organismos de control, de instituciones federativas, de profesionales de la medicina, de medios de comunicación, etc. seguirán intactas.

A pesar de todo esto, a mi lo que más me preocupa es el papel que juegan en todo este asunto las instituciones que hacen las leyes/ normas, el papel que juegan en situaciones donde la difamación y la manipulación se convierten en recursos baratos para conseguir el propósito que se persigue. Y digo bien en hablar de instituciones que imponen las leyes y las normas y no de “la justicia”, porque la justicia es otro de esos conceptos abstractos a los que me refería al principio que parece haber sido absorbido por aquellos que hacen las leyes. Lo preocupante es cuando éstas se ponen al servicio de dudosos intereses. Y es que cuando las reglas del juego se formulan con constantes ruidos de fondo, con constantes distorsiones de la realidad revoloteando alrededor de quienes toman las decisiones, lo que es justo pasa a un segundo plano.

Y llegado a este punto, me surge la misma duda que ya en otra ocasión he formulado en este mismo blog: ¿Habrá superado el anti-doping al propio doping en cuanto a rentabilidad económica? Y es que yo, por el momento, no encuentro otra explicación a los casos como el de Marta y Alberto. Sobre todo si pensamos en que la esencia del anti-doping es que una sustancia está prohibida porque es perjudicial (o potencialmente perjudicial) para la salud del deportista y no, como en muchos medios de comunicación se pretende hacer ver, para hacer la competición más justa. Y volvemos al concepto de justicia, ya que desde el mismo momento en que los medios de entrenamiento no son iguales, la competición nunca podrá ser justa; desde el momento en que tiene que haber vencedores y vencidos, una competición seguro que es injusta principalmente para el perdedor. Por lo tanto, refuerzo mi idea de que el anti-doping debe siempre seguir la máxima de perseguir SÓLO y EXCLUSIVAMENTE aquellos casos en los que se pone en riesgo la vida del deportista y perseguir, por tanto, no solo al deportista, sino también a todos aquellos que son responsables por acción u omisión de que se haya puesto en riesgo la vida de una persona (yo diría que a estos últimos incluso más si se demuestra que fue por acción, pero esto ya sí que es una opinión muy personal). Pero claro, lo mismo así se dejan de gastar miles de millones de euros en analizar muestras y contra-muestras que no tienen sentido, porque para que haya anti-doping primero SIEMPRE tiene que haber un doping, o al menos parecer que lo hay.

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